Tercer mandato de Lula y agenda globalista: género, ambientalismo e internacionalización del Amazonas – Por Marcelo Ramírez
Por Marcelo Ramírez*
Lula comienza a dar los primeros pasos en su flamante gestión de gobierno en su tercera etapa como mandatario de Brasil. Los signos que está dando, han confirmado lo que se podía presumir a partir de su posición política expresada desde que fue liberado de su prisión por un tecnicismo legal en relación con la jurisdicción del juez actuante en el proceso judicial. El líder del PT ha manifestado su convicción de que la economía será dirigida por el liberal histórico Geraldo Alckmin, viejo enemigo de su partido en años anteriores y hoy devenido en socio electoral.
Alckmin y su ministro de hacienda Haddad han expresado que no modificarán la polémica reforma laboral que impulsó Michael Temer, el vicepresidente de Dilma Rousseff, que la reemplazó luego de que esta fuera expulsada de su cargo por el Congreso de Brasil en un proceso de impeachment. Lula ha dejado la transición en manos de Neca Setúbal, dueña del Banco Itaú, el mayor de Brasil y con amplios contactos con la banca internacional. Esta política amigable con los mercados fue acompañada con la ampliación del número de ministerios, a fin de poder entregar estructuras a los aliados del PT y así conseguir su apoyo. La feminista liberal de “derechas” Simone Tebet se ha sumado a la referente de las cuestiones medioambientales Marina Silva, firme aliada del Foro de Davos en Brasil y de la Open Society. Una ecléctica muestra de políticos históricos y de referentes de ONG, unidos bajo una agenda globalista tardía.
Una muestra más del rumbo que sigue el gobierno de Luiz Inácio Da Silva es el reciente contacto con Emmanuel Macron, el presidente francés, con quien acordó una agenda preocupante para quienes creen que Lula es un presidente soberano y de “izquierdas”.
Andrew Korybko, el analista ruso, ha advertido sobre las inconsistencias de la política de Lula con respecto a los BRICS, renunciando a presidirlo y postergando sine die que Brasil asuma la presidencia rotativa anual porque, según Haddad, Brasilia se enfocará en liderar el G20, y eso le impide tomar dos compromisos simultáneamente.
Parecen poco creíbles las razones que una nación de más de 210 millones de habitantes, la quinta más extensa del mundo, no tenga capacidades para presidir simultáneamente dos grupos internacionales. Seguramente esto viene en línea con lo que ya había advertido Lula como candidato cuando manifestó su desacuerdo con Putin en Ucrania. Korybko ha señalado en sus artículos que Lula ha sido el único líder del BRICS que ha discordado con Moscú, en contraste con el propio Jair Bolsonaro, que se había abstenido de condenar a Putin por sus acciones. Korybko asimismo señala la poca confianza que despierta en Rusia la figura de Lula, aunque precisa que no es esperable un cambio de política rusa hacia Brasil debido a que los rusos tienen como tradición histórica en la región trabajar con los oficialismos en el gobierno y rara vez apoyan oposiciones.
En este cuadro es importante notar que el BRICS, que recobró bríos en la última etapa de Bolsonaro, con quien Rusia tejió acuerdos sobre fertilizantes y energía nuclear, fue decayendo en interés. En esos momentos se sucedían explosivas noticias donde países como Indonesia, Arabia Saudí, Nigeria y hasta Turquía, podían sumarse al acuerdo. Argentina era uno de ellos. Sin embargo, las políticas expresadas por el ex Canciller y actual ministro de Defensa Jorge Taiana, de no considerar la oferta rusa por el Mig 35 o ninguna otra aeronave rusa, produjeron un enfriamiento bilateral. Esa distancia obedece a hechos como las políticas del presidente Fernández, quien ha realizado, a través de su asesora y encargada de negociar la compra de vacunas en el momento más álgido de la pandemia, Cecilia Nicolini, severas críticas a Rusia por las Sputnik y el cumplimiento de plazos jamás especificados. El gesto de la propia Cristina Fernández de Kirchner de fotografiarse con Laura Richardson, general de cuatro estrellas de los EE. UU. y Jefa del Comando Sur, ha completado el cuadro de desaciertos, para ser conservador en el término.
La expresidente ha manifestado su beneplácito con Richardson por ser la primera mujer en alcanzar tan alta distinción. Claro que esas ideas de sororidad feminista la dejaron mal parada cuando meses después Richardson dejó en claro a qué obedece y expresó el interés de su gobierno por los recursos de la región, esencialmente el litio. Rusia ha ido tomando nota de los pasos que daba uno tras otro el gobierno del Frente de Todos, incluyendo la radicalización del mismo en políticas woke que Rusia condena.
Volviendo al eje de nuestra nota, Lula acordó con Macron, según publica la prensa del país mayor de la región sudamericana, una agenda que parece dictada por Klauss Schwab.
La agenda de puntos a tratar es la siguiente:
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- Mercosur-Unión Europea. Lula indicó que quiere concluir el acuerdo comercial, algo que resulta extraño porque significaría grandes problemas para las menores capacidades industriales de la región y porque la UE no ha cedido cuotas de su mercado agrícola. En los convulsos tiempos actuales es muy difícil que mejoren las condiciones para el Mercosur.
- Fake news. Los mandatarios discutieron la lucha contra los rumores que alimentan a los extremistas y los actos contra la democracia. No es necesario aclarar que significa esto, no otra cosa que la censura necesaria para poder seguir adelante con planes de empobrecimiento y ajuste económicos sin críticas ni oposición. Estas ideas tienen una gran coincidencia con la cultura de la cancelación que estimula Biden.
- Cambio climático. Lula ha decidido darle a Francia el estatus de país amazónico, con lo cual la OTAN tiene un pie en una de las mayores áreas en importancia en el mundo. La Cumbre de los Países Amazónicos contará con Francia, con la excusa de que el enclave colonial de la Guayana Francesa habilita a París a intervenir. Durante la campaña, Lula ya había dado múltiples señales de avanzar sobre un camino que concluye en la internacionalización del Amazonas.
- Gobernanza global: Los presidentes mencionaron un cambio en la arquitectura financiera internacional para combatir la desigualdad y el cambio climático. La Agenda 2030 a pleno y la idea de un gobierno mundial en manos corporativas, Lula no puede desconocer lo que se esconde detrás de estas ideas.
- Rusia y Ucrania: Lula pidió un mayor compromiso de los líderes mundiales y un “G20 político”. Brasil, que integra el BRICS con Rusia, es al menos contraproducente que discuta con Macron, presidente de uno de los países más poderosos de la OTAN, la cuestión de Ucrania. Es bastante evidente que Lula ha dejado en claro cuál es su adhesión, responde el bloque atlantista. Si bien Brasil siempre entendió al BRICS como una alianza que brinda solo oportunidades económicas y no guarda ningún interés político en cambiar las reglas del juego internacional que hegemonizaba el mundo anglosajón, al menos debería guardar las formas con sus socios rusos.
En este cuadro, es lógico comprender entonces el desinterés ruso y chino en fortalecer un BRICS que servirá a los intereses de sus enemigos, o al menos utilizarán a Brasil para obstaculizar el desenvolvimiento. Lula ha confirmado entonces lo que ya daba indicios y se ha transformado en parte de esta izquierda amorfa que solo sirve a las políticas de Washington. Si fue encarcelado por un proceso de Lawfare conducido por EE. UU., es obvio que si es puesto nuevamente en juego es porque ese mismo país lo necesita.
La respuesta de Washington a los nuevos desafíos ha sido cooptar las izquierdas y progresismos varios para vaciarlos de cualquier signo preocupante para el poder. Esta ideología descafeinada, enfocada a género y ambientalismo en lugar de cuestionar el reparto de las riquezas, ha servido para aplicar ajustes brutales sin que haya resistencia alguna. De esta manera han logrado varios propósitos: eliminar la oposición, desorientar a las manifestaciones genuinamente populares, atomizar las sociedades en una multiplicidad de pequeños reclamos sectoriales y ampliamente minoritarios. Pero sobre todo han conseguido instalar una falsa división en las sociedades. Hoy se enfrentan “fascismos y comunismos”, o sus expresiones de izquierda o derecha, sin profundidad ideológica alguna y absolutamente funcional al poder real.
Desde allí es simple luego generar debates inconducentes y obstructivos. Un ejemplo es la propuesta brasileña de financiar la construcción de un gasoducto en el yacimiento argentino de gas y petróleo no convencional de Vaca Muerta. La economía brasileña necesita gas abundante y barato, más aún en estos tiempos complejos. Sin embargo, la falsa disputa entre bolsonaristas y lulistas ha hecho mella en esta idea que data de los tiempos de Guedes al frente de la economía de Brasil. Lula tomó esa idea para financiarla con el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES). La disputa interna entre comunistas y fascistas, como se acusan mutuamente, ha puesto en dudas la factibilidad de la idea. Los bolsonaristas, o a esta altura ex bolsonaristas, dicen que los contribuyentes no deben sostener un emprendimiento en otro país, que además está quebrado y no va a devolver el dinero. Un razonamiento básico que desconoce el aporte a la economía brasileña que esa energía ayudaría a mejorar. A ello le agregan qué pasa con Marina Silva, la zarina del clima que nada dice de financiar una producción contaminante según los estándares occidentales actuales.
Extraños argumentos de quienes hasta hace poco sostenían la falsedad de la agenda climática, mientras que aquellos que hablaban de la contaminación de medioambiente, hoy hipócritamente guardan silencio.
La realidad es que la obra es necesaria y no es una dádiva sino una inversión que Brasil haría para su propio beneficio, no obstante la disputa izquierda derecha falsa pone obstáculos en el proyecto. La creencia de que el Foro de São Paulo está al servicio de Maduro y es parte de un plan comunista para la región, no distinguiendo entre Daniel Ortega y Boric, es uno de los frutos de esta política absurda de denuncias irreales. El bolsonarismo, o sus desprendimientos, no comprende que el problema no es Venezuela sino EE. UU. y que tanto Guedes como Lula y Alckmin, responden a los mismos intereses. Esa idea guió a Bolsonaro y a Alberto Fernández a infantiles disputas que obstaculizaron las relaciones bilaterales, y hoy mismo tienen derivaciones. Complicadas relaciones para poder seguir adelante en un proceso de unidad regional. En virtud de intentar avanzar sobre bases ideológicas equivocadas y que fácilmente se enfrentan entre sí, terminan por paralizar cualquier iniciativa y solo dejan crecer aquellas ideas negativas revestidas de un pelaje seductor pero igualmente falso.
Lo mismo podemos observar con la cuestión de una moneda en común para la compensación del intercambio bilateral prescindiendo el dólar. La idea es buena, pero las dudas se presentan cuando vemos que los impulsores son dos gobiernos claramente alineados con el globalismo que controla Washington. Aun no conociendo los detalles de la idea, cabe dudar de los frutos de un árbol envenenado. Probablemente, veamos una proceso continental en marcha para contener la expansión de China en Iberoamérica. ¿Qué otra razón puede hacer que los líderes puestos por los EE. UU. tengan la aprobación de Washington para prescindir del dólar? Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía, decían sabiamente nuestros abuelos.
Tiempos difíciles corren donde se apuesta muy fuerte entre las potencias para determinar como será el nuevo orden internacional. No sabemos aun si podrá sortear el desafío el viejo esquema hegemónico anglosajón o triunfará el modelo multipolar sino-ruso. Esta megadisputa global tiene su correlato en todo el mundo, y en Brasil también. Aunque la habilidad de la propaganda confunda los intereses genuinamente brasileños a partir de ideas que pretenden una lucha contra el patriarcado y su correlato medioambiental. Quienes consiguen escapar a estas ideas caen en la alternativa del sistema, luchando contra comunistas inexistentes
La realidad brasileña y argentina se entiende fácilmente si se escapa a esta dualidad impuesta desde el mundo anglosajón, se olvidan las izquierdas y derechas y se enfocan en globalismos y antiglobalistas genuinos. Mientras no se consiga ello, seguiremos tratando de entender quien es Lula y veremos el mundo dividido entre Bolsonaro y Lula, aunque sus políticas económicas terminen siendo complementarias.
*Marcelo Ramírez es analista en Geopolítica y director de AsiaTV.
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