Guerra de desinformación, por derecha y por izquierda, al servicio de la OTAN – Por Marcelo Ramírez
Por Marcelo Ramírez
Muchas veces escuchamos teorizar sobre las guerras en la actualidad explicando que el enfrentamiento cinético, como se llama en la jerga militar al choque armado, es solo el último eslabón de una cadena que se constituye con acciones de distintos órdenes que van desde lo cultural hasta lo psicológico pasando por lo económico o tecnológico.
El concepto básico es que la preparación de una guerra implica la debilitación previa del enemigo, el supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin luchar decía Sun Tzu allá por el siglo VI a.C. y dos milenios y medio después aún se trata de eso.
El enfrentamiento entre Rusia y EEUU es mucho más que una guerra en Ucrania, es una guerra que se libra en muchos frentes en donde el militar es apenas uno más de múltiples escenarios en el que se juega la disputa entre dos modelos, el Occidental liberal globalista con base financiera y el resto de la humanidad. Rusia es solo un actor más, tal vez el más decidido que se muestra como el ariete de un mundo que comenzó a decir basta a ese predominio que se transformó en una hegemonía absoluta luego de la caída soviética.
Las élites occidentales se quedaron de la noche a la mañana sin rival y lejos de eso significar la disolución de la OTAN y la paz universal, con una vida más feliz, vimos cada vez más la concentración de la riqueza junto a un aumento de la beligerancia impulsada por una OTAN que se salía de su marco original de operaciones y que puertas adentro comenzaba, a partir del 2001 con el 11-S, a crear un Estado Policial en el que aumentaba el control sobre sus propios ciudadanos hasta los extremos que hoy vemos.
La disputa entonces se produce ante el ocaso de Occidente en términos productivos, tecnológicos y culturales y el ascenso de otros actores encabezados por China y Rusia. Ese enfrentamiento se tradujo en más de 100 sanciones occidentales contra Rusia desde la llegada de Putin al poder hasta la actualidad, y lo mismo comenzó a sucederle a China cuando Occidente percibió que la permeable, rentable y obediente nación asiática se transformaba en una amenaza por su independencia.
Modelos enfrentados de un corporativismo privado global y otro con Estados Nación fuerte que subordinan el poder del dinero a las decisiones políticas, se traducen desde hace varios años en la confluencia de medidas para ralentizar primero, y destruir después, el ascenso de estas potencias emergentes, pero con un ADN histórico de naciones poderosas, con distintos modelos políticos pero unidas ante el espanto globalista.
Occidente ha decidido que se ha agotado el tiempo de espera, el rumbo y el poder acumulado debe ser detenido ipso facto, a riesgo de resultar ya incontrolables, perdiendo en consecuencia el control de los acontecimientos mundiales que dispuso el mundo anglófilo durante siglos.
En este punto hoy estamos parados, el globalismo occidental, expresión última de ese modelo capitalista productivo, devenido en financiero, que alumbró la anglósfera ha decidido que la última opción disponible para evitar el cambio de manos del poder, la última ratio, es la guerra.
Esto es lo que nos trae a un presente donde los rebeldes deciden que no es conveniente asaltar el poder por la fuerza de las armas porque EEUU básicamente (pues es notoria la anemia militar de las potencias europeas), puede destruir el mundo en su caída. Simplemente Rusia y China creen que el estado de Occidente es terminal y solo resta aguardar que caiga por el peso de sus contradicciones, de su corrupción y de su debilidad intrínseca.
Esto determina lo que vemos en los últimos tiempos, un Occidente que apela a todo lo que tiene a su alcance con tal de evitar un declive que se ha convertido ya en caída libre. Así encontramos hoy una Ucrania donde elementos marginales se identifican con el nazismo y se les da un estatus militar como el Batallón de Azov o el de Aidar, que expresan el supremacismo racial propio del nazismo llamando a exterminar a los ucranianos de origen ruso pero esta vez, y a diferencia del nazismo original, al servicio de EEUU.
Estos grupos comparten un mismo frente con los grupos yihadistas, muchos traídos directamente desde Siria o luego en breves estadíos en otros conflictos patrocinados por la CIA y el MI6.
Lo ecléctico del asunto es que lo que sería el agua y el aceite se emulsiona bajo un mismo manto que es el de la OTAN. Queda entonces claro que, desde la Operación Gladio en Europa hasta el yihadismo islámico, todo responde a un mismo cerebro.
Todo este aspecto ideológico cultural se apoya en dos poderes tradicionales, la prensa y las estructuras financieras.
Occidente en su acción utiliza como arma las informaciones con el propósito de crear un mundo de humo y espejos que les permita controlar la opinión pública de sus sociedades al menos, y tratar de convulsionar las ajenas. La impactante campaña mediática desatada nunca ha sido vista, ni siquiera en los tiempos de la Guerra del Golfo. Allí se podían encontrar voces que denunciaban lo que pasaba, minoritaria, pero aún existían.
Claro que el nivel del periodismo y de los “especialistas” era bastante mayor al actual, meros repetidores de ideas ajenas, sin vuelo propio y sin siquiera intenciones de tenerlo.
Vemos entonces cómo se presentan en forma inversa a la realidad cada una de las acciones y de los actores, quien hace décadas que es perseguido es presentado como el persecutor, quien es violentado es el agresor y quién es inocente culpable.
Sobre esta base construyen un relato pretendidamente ético y moral que tergiversa y manipula noticias en ese sentido y se apoya en la mentira sistemática y repetitiva. Sabiendo que la mayoría no tienen información ni tiempo para saber qué pasa, fijan conceptos al pasar.
Si un ciudadano tiene mayor inquietud, deberá hacer frente a la catarata de especialistas cuyos think tanks o academias están sostenidos por el propio globalismo con su red de ONGs y Fundaciones asociadas a organismos internacionales. ¿Quién hablaría en contra de quien le da de comer, o en estos casos, les financian estudios y conferencias en el exterior?
Si esto no es suficiente hay una red política que respalda las políticas atlantistas, por un lado nos encontramos con el liberalismo clásico que no esconde su amor por EEUU, haciendo un apoyo explícito de sus políticas y peleándose por ser sus representantes en sus países, mientras que para aquellos que guardan desconfianzas con EEUU, tenemos un menú a la carta.
Si son amantes del capitalismo del siglo XVIII tenemos libertarios variopintos cuyo pelaje los distingue de los liberales clásicos pero su interior es el mismo. Desde una mirada crítica hacia los EEUU, o por lo menos en lo formal, deciden que todo es lo mismo y Putin es lo mismo que Biden.
La estrategia es simple, a quien no se los puede convencer de que el modelo angloamericano es lo mejor de la humanidad, se los posiciona en un escalón crítico que iguala a quien busca otro modelo.
Veremos apelaciones a una libertad abstracta e invocación de modelos inexistentes en la historia que le permiten mostrarse críticos con la realidad proponiendo algo mágico y ausente.
No es posible una visión realista de quien critica desde lo utópico e impracticable, pero mientras hacen eso consiguen enrarecer el apoyo a Rusia y su gente.
Curiosamente aparece un fragmento de una expresión de Klaus Schwab que habla de Putin como un joven prometedor, permitiendo una ofensiva libertaria en su ámbito natural que es internet con imágenes incendiarias y títulos amarillistas cargados de epítetos hacia el mandatario ruso. No les pidamos que entiendan contexto alguno como sería la Rusia liberal de los 90 con Boris Yeltsin que hacía imposible cualquier ascenso político por fuera de estos caminos.
Lo importante es comprender la política de Putin una vez que consigue el poder, que es lo que efectivamente hace y si eso es compatible con las políticas globalistas del Foro de Davos por ejemplo. Sin comprender eso llegamos a conclusiones equivocadas, recorriendo el camino que el propio globalismo siembra de miguitas de pan para que lleguemos a la meta que ellos pretenden.
Los libertarios, haciéndose eco de las noticias falsas y de los autores ligados a la CIA o el MI6, difunden su posición hostil hacia Rusia y China mientras abjuran del Estado, del nacionalismo y la religión, puntos que son centrales en la política de Putin.
Curiosas coincidencias que alimentan suspicacias cuando vemos los espacios que les permiten las redes y medios más una generosa financiación que les posibilita agigantar el número de sus seguidores apelando a los servicios de empresas que se dedican a aumentar el tráfico en las redes sociales.
Si a esto le sumamos la experiencia previa en su formación en universidades o centros ligados al Pentágono y la generosa, una vez más, financiación que le permite editar libros, dar conferencias en distintos países y generar acciones de marketing, no es difícil saber por qué ahora, justo ahora, aparece la ofensiva anti Putin con argumentos de la CIA.
El cuadro de la guerra informativa y cultural que luego condiciona voluntades y permite presionar a los gobiernos para que se sumen a las sanciones, lo constituye también el progresismo y el “neomarxismo”.
Presidentes como Boric, la socialdemocracia europea, organismos de DDHH como Amnesty International, son puntales para confundir a sus huestes que creen que están luchando contra el fascismo… apoyando al nazismo ucraniano.
Las ONGs varias han trabajado bien para ello, feministas diciendo que Putin es machista y misógino, grupejos como las Femen, ONGs LGBTQ+ que hablan de homofobia y persecución en Rusia y en Ucrania, son quienes preparan el ambiente para que los incautos apoyen a la OTAN.
Sin olvidar algunos hispanistas que creen que estar del lado de quien ocupa Gibraltar y Malvinas es defender la Hispanidad, un mundo que fue desarticulado por el Imperio Británico, es defender los intereses de ese mundo, completan un cuadro que trabaja para debilitar la amenaza al modelo occidental agonizante.
Esta es la preparación previa a las acciones militares que busca la OTAN en una demencial carrera para detener lo inevitable, desatando una escalada que puede terminar en una guerra termonuclear que eliminaría miles de millones de personas en la Tierra, destruyendo la economía actual.
Lo más alarmante es que existen poderosos grupos que plantean la necesidad de reducir la población en función de los requerimientos de las nuevas tecnologías.
Lo que hoy vemos es una guerra mundial en distintos planos, uno de los pocos que aún hegemoniza Occidente es el comunicacional y es eso lo que nos hace ver que Rusia se equivocó, que su economía va a ser pulverizada y que está sola.
Sin embargo, los hechos reales demuestran que China va a reemplazar el SWIFT en buena medida, que Rusia colocará sus productos y obtendrá lo que necesita de países como China, India, los de la ASEAN, Brasil, México, los latinoamericanos, africanos en su mayoría, Pakistán. Hasta Israel se declara neutral y Turquía comprende muchas acciones rusas.
Todo esto demuestra que la gran perdedora es Europa, y que EEUU queda debilitado porque sus socios que declinaban ya, ahora con la merma de la energía rusa y de muchas materias primas, verán caer precipitadamente sus economías y su peso global disminuirá abruptamente.
El mundo real no es el que nos muestran medios oficiales y alternativos bajo su control. Los primeros movimientos están mostrando que fuera de la espuma de la propaganda, la situación es negativa para Occidente a mediano plazo, y eso precisamente es lo que aumenta el peligro de guerra.
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