“La Libertad Avanza”, los católicos retroceden hasta la incongruencia – Por Antonio Caponnetto
Mi Ley
Por Antonio Caponnetto
“Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”.
-Jeremías, 31,33.
La Libertad Avanza. Los católicos retroceden hasta la incongruencia y la doblez pocas veces vista. Y no hablamos de los católicos de misa y olla –que con ambas cosas se salvan, quede dicho- sino de los ilustrados, con sus latines y griegos que suelen escandir pulidamente.
No importa que Milei sea una excreción humana, ufanándose de sus vicios, nigromancias, brujerías y degeneraciones por doquier. La respuesta será que no debemos pedir que gobierne un santo o un héroe. La heterodoxia podrá ser desaprobada en el ámbito religioso; en el resto manda la diosa praxeología, paradójicamente devenida en la nueva e implacable ortodoxia.
Son tradicionalistas, claro; de vetus ordo incluso, y bien por éso. Pero han aprendido rápido la moderna lección de Maquiavelo: el príncipe tiene que aunar las cualidades del zorro y del león, astucia y fuerza, habilidad y eficacia. Virtud y sabiduría al arcón de los recuerdos medievales.
Mejor un pervertido que nos asegure el bienestar, que un Monseñor Tiso, gobernante de Eslovaquia, muerto mártir de Cristo por defender a su pueblo. Mejor un psicópata alucinado y gnóstico al que le cierren las cuentas, que un Oliveira Salazar, mitad asceta, mitad sabio, pero derrotado al final por el mundo.
Buenos gobernantes llenos de pecados, los hubo en la historia. A veces con conciencia de tenerlos, otras no. En ocasiones contritos, otras no. Pero que se inste a elegir a un pervertido convicto y confeso, en nombre de la doble moral, separando la vida privada de la pública, como si ningún correlato hubiera, éso ya linda la justificación de la indecencia. Bien dice García Morente que la “publificación” de la existencia, sin rendirle cuentas a la vida interior, es el sello nefasto que caracteriza al demócrata.
La Libertad Avanza. Los católicos reculan hasta la esquizofrenia. No importa que Milei se presente explícitamente como aquel que “se arrodilla” -literaliter- ante cabalistas, talmudistas, sinagogas y logias masónicas transnacionales. Quien se ampare en estos argumentos será tenido por conspiracionista, y expulsado fuera de las redes, donde todo es llanto y rechinar de led. En la política juego que transitamos –según la retratara el insigne Gueydan de Roussel- el testigo de la verdad vuelve al casillero número cero del ludo democrático, y no tira más los dados hasta que no se arrepienta de su teoría del complot.
No importa tampoco que, en su batiburrillo de liberalismo y anarquismo, Milei explaye cada vez con mayor minucia y convicción su ideario monstruosamente transhumanista, idolatrando la amalgama siniestra de la robótica, la inteligencia artificial, el darwinismo, la ingeniería genética, la tecnologización del sexo y la postverdad. Con propuestas que incluyen, entre otras, la reducción de los embarazos a seis meses, para aligerar “la carga” de las mujeres.
Quien recuerde estos postulados –vistos y oídos y a disposición documentada de cualquiera- es un purista, principista, poeta o cartujo. Un singular, como diría el “novelista” Castellani ¡Afuera con estos soñadores! ¡Si Milei es pro vida, vamos! Empezando por la vida de sus hijos caninos, para quienes toda pasión paternal es poca.
La Libertad Avanza. Los católicos retrechan y recejan sin los antañones escrúpulos de la moral evangélica. Nada de quedarse en la Nicomaquea comentada por Santo Tomás. Hay que llegar a Max Weber con su taxonomía de las diversas éticas, a piacere del consumidor. No importa que Milei haya sostenido que los culpables de delitos de lesa humanidad no deben ser indultados sino cumplir con su pena, aceptando incluso la expresión “delitos de lesa humanidad” impuesta por la guerra semántica. Fantasías de nosotros, los aguafiestas del carnaval democrático. Milei es el nuevo San Pedro Nolasco de los militares presos.
No importa que prometa plebiscitar la ley del aborto, sometiendo así al poder de los guarismos herodianos la legitimidad o ilegitimidad del genocidio embrionario. Y que algunos de sus principales acólitos –tienen nombres y apellidos y cargos: los conocemos muy bien- estén a favor de la legalización del infanticidio y lo hayan aprobado. Milei, nos dicen, es “pañuelo celeste”. Somos nosotros los daltónicos.
No importa que no crea en la institución del matrimonio; que lo reduzca a un contrato entre miembros de la sexualidad que se me antoje; que cada quien es libre de drogarse, suicidarse, vender sus órganos, negociar con sus hijos o decidir el día en el que muere. Que grite a los cuatro vientos su orfandad de padres vivos, a quienes repudia con un odio crispado de torpor y de venganza incesante. Milei –según sus prosélitos- está en contra del feminismo y de lgbteísmo. Y hasta va a reemplazar la ESI por la pornografía, tal cual proclamó sin rubores uno de sus alfiles y candidatos de primera línea. Toda una garantía.
No habrá ESI, ni gremios maricas, ni ministerios de mujeres ni Inadis. Y todo esto por una única y última ratio: que son gastos para el Estado, incompatibles con el minarquismo. Privadamente, cada quien podrá hacer de su pandero un búcaro o de sus pompis unos tiestos con legumbres y hortalizas. ¿Contranatura, aberración, vicio nefando, enfermedad, protervia? Nada de eso. Ha llegado la hora del proyecto personal de vida, como una nueva hora de la espada lugoniana. Pero esta vez con admitidas resonancias freudianas. Somos nosotros los que no sabemos nada de tácticas y de estrategias electorales. Por suerte una gavilla de youtubers nos desasnan. Como a Alcibíades o a Cratilo, a ellos les ha dicho el número de “like” que son los más bellos del cyberespacio.
La Libertad Avanza. Los católicos huyen y se repliegan a un universo en el que ya no existen las condenas al liberalismo, ni las sentencias excomulgantes para los hermanos tres puntos, ni las maldiciones contra los deicidas y la repulsa para los fariseos. No importa que Milei tenga sus ídolos entre los rapiñadores de nuestras Malvinas y los asesinos de nuestros soldados. Traer a colación este pequeño detalle ahora, que está a punto de ganar la tómbola sufragista, es propio de nacionalistas recalcitrantes. ¡A por ellos mis influencers!
No importa que el sujeto abisal no sepa dirigirse al auditorio sin destruir la sintaxis, la gramática, la prosodia, el buen gusto y la belleza idiomática. Que confunda el arte retórico con el relincho y no pueda salir de la segunda palabra sin repetir sus torpes muletillas. No habrá más lenguaje inclusivo. Coprolalia para todos. Ni importa asimismo que sus gestos y sus exabruptos sean los propios de una bestia frenética y un basilisco poseso. Tranquilos. Suprimirá el lenguaje inclusivo, repetimos. ¿Entendieron pedazos de m…y manga de h.d.p., o les tengo que meter a cada uno una patada en el c…?
¡Basta de violencia de género! Es un gasto que el Estado no se puede permitir, mucho menos si lo vamos a destruir violentamente. De ahora en más, el que quiera violencia de género que se la costee por sí mismo. Como con las escuelas y los centros educativos. Se acabó el monopolio estatal. Que cada quien adoctrine, ideologice y lave el cerebro de sus hijos como se le dé la gana. En el respeto irrestricto al proyecto de vida del otro, da lo mismo que una universidad de medicina esté presidida por la doctora Rímolo, o que otra de Derecho la conduzca Justiniano.
Terminemos al fin. Milei no es el fracaso del progresismo ni su vencedor en la supuesta batalla cultural. Milei es el economicismo atroz, la cuantofrenia, la numerolatría, el inmanentismo, el naturalismo, el laicismo, la moral de situación y el consecuencialismo ético. El apatridismo de los cipayos decimonónicos y el posmodernismo de los millennials. El cerebro binario, el chip para evolucionar y la genitalidad tántrica para vivir zoológicamente satisfechos. Más progresista no se consigue.
Por mucho que vayan con el mejor manual casuístico bajo el sobaco, no habrá artilugio que pueda mitigar las culpas graves del católico argentino que le entregue su voto a este demente.
Somos conscientes de que puede salir un despistado, creyendo que este ataque a Milei supone de parte nuestra otra opción electoral. Por las dudas, que alguien le explique que somos mucho peor de lo que suponen. Somos ultramontanamente antidemocráticos. La partidocracia toda –entera, completa, redonda- nos da náuseas. Si nos centramos en Milei es porque su nombre, hoy, es una sinécdoque; esto es una parte que se puede tomar por el todo. En mejores palabras: una basura genérica que engloba y tipifica al resto.
Y puede salir otro espetándonos bravuconamente qué proponemos nosotros, entonces, ya que el sistema es intrínsecamente perverso y no estamos dispuestos a cooperar con él. Pues hemos tomado la precaución de escribir cuatro volúmenes para ello, amén de un centenar de artículos. Y sobre todo, hemos tomado la precaución de vivir setenta y dos años, gastados -según creemos con sencillez- en aprender y enseñar la recta doctrina heredada de los maestros.
Dios nos hizo de barro, pero su soplido nos infundió dignidad creatural. Dignidad que se conserva y se cultiva en tanto obedezcamos y alabemos a Dios, privada y públicamente. Cuando se prefiere volver a ser sólo barro y embarrarse, se peca contra Dios y su Orden Creado.
Embarrarse no es ni medio ni fin en política. Es inmoralidad, desesperación, estupidez y culpa. Es cooperación activa con los hijos de las tinieblas. La libertad anarco-libertaria puede avanzar cuanto quiera, secundada por sus cómplices católicos y derechistas. Lo mismo el resto de la partidocracia regiminosa. Pero a Jesucristo, la libertad genuina, pues es la Verdad Encarnada, no lo para nadie.
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