Carlo Maria Viganò sobre los JJOO: “Es necesario que los cristianos boicoteen los Juegos Olímpicos y a todos sus patrocinadores”
Vade Retro Satana
Declaración tras los sacrilegios y escándalos de los Juegos Olímpicos de París
Por Carlo Maria Viganò
La ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París es sólo el último de una larga serie de viles ataques contra Dios, la religión católica y la moralidad natural por parte de la élite anticristiana que mantiene como rehenes a los países occidentales. Habíamos visto escenas no menos desconcertantes en los Juegos Olímpicos de Londres de 2012, en la inauguración del túnel de San Gotardo de 2016, en los Juegos de la Commonwealth de 2022, con figuras infernales, cabras y animales terroríficos. La élite que organiza estas ceremonias no sólo exige el derecho a la blasfemia y a la exhibición obscena de los vicios más viles, sino también su aceptación silenciosa por parte de católicos y personas honestas, obligadas a sufrir la indignidad de ver profanados los símbolos más sagrados de la propia Fe y los fundamentos mismos del Derecho Natural.
Asistimos a una danza macabra distópica en la que los hologramas de los jinetes del Apocalipsis se alternaban con un gordo Dioniso azul, servido bajo una campana con platos; la parodia de la Última Cena LGBTQ+ y la truculenta actuación de una María Antonieta decapitada que cantó Ça ira llamada para celebrar los horrores de la Revolución Francesa; los ballets de travestis barbudos y bailarines afeminados hasta los lamentables cantantes de reproducción. En este provocativo espectáculo, Satanás no sabe hacer más que arruinar la perfección creativa de Dios, mostrándose como el envidioso autor de toda falsificación. Satanás no crea nada: sólo sabe arruinarlo todo. No inventa: manipula. Y sus seguidores no son diferentes: humillan la feminidad de la mujer para borrar la maternidad que recuerda a la Virgen Madre; castran la virilidad del hombre para quitarle la imagen de la paternidad de Dios; corrompen a los pequeños para matar su inocencia y hacerlos víctimas del wokismo más abyecto.
El desfile de los Juegos Olímpicos escandaliza no sólo por la exhibición arrogante de lo feo y obsceno, sino por la subversión infernal del Bien y del Mal, por los locos que pretenden poder blasfemar y profanar todo, hasta lo más sagrado, en nombre de una ideología de muerte, de fealdad, de mentira que desafía a Cristo y escandaliza a quienes lo reconocen como Señor y Dios. No es casualidad que el patrocinador de este acontecimiento repugnante sea un emisario del Foro Económico Mundial, Emanuel Macron, que hace pasar impunemente a su esposa travesti, como Barack Obama con un tipo musculoso con peluca. Es el reino de la mistificación, de la falsedad, de la ficción erigido en tótem, en el que el hombre queda desfigurado, precisamente porque fue creado a imagen y semejanza de Dios.
La tolerancia no puede ser la coartada para la destrucción sistemática de la sociedad cristiana, en la que se pueden reconocer miles de millones de personas honestas y hasta ahora silenciosas. ¡Este abuso debe terminar! Y debe terminar no tanto y no sólo porque hiera la sensibilidad de los creyentes, sino porque ofende la Majestad de Dios. Satanás no tiene los derechos de Dios, el mal no se puede poner al mismo nivel que el Bien, ni tampoco la mentira ser equiparada a la Verdad. En esto se basa nuestra civilización, que algunos quisieran enterrar bajo los escombros físicos y morales de un mundo en mal estado.
Debe quedar claro que la paciencia y la resistencia de los fieles y de los ciudadanos se han agotado, que ya no es momento de “lamentar” sino de actuar, incluso y sobre todo cuando las autoridades civiles y religiosas son cómplices de la traición.
Por tanto, es necesario que los cristianos adopten medidas concretas en todo el mundo, en primer lugar boicoteando los Juegos Olímpicos y a todos sus patrocinadores. Es igualmente necesario que las empresas no subordinadas al globalismo revoquen sus contratos de patrocinio, y que las delegaciones y los atletas individuales se retiren de los Juegos, que fueron inaugurados bajo los peores auspicios. Es necesario exigir que los responsables de estas intolerables opresiones respondan por sus acciones, así como por la corrupción que también acompaña a este evento. Finalmente, el escenógrafo homosexual que creó este espectáculo blasfemo y vulgar debe devolver la compensación que las Macroniades hicieron pagar a los contribuyentes franceses.
Insto a los católicos a reparar con la oración, el ayuno y la penitencia los ultrajes perpetrados contra Nuestro Señor Jesucristo y contra nuestra santa Religión. Que el confiado llamamiento del bien al trono del Altísimo no esté separado de un despertar general de las conciencias, para que el Rey de reyes vuelva a reinar sobre las naciones, las sociedades, las familias y la Iglesia.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
28 de julio de 2024
Dominica X post Pentecostés
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