OTAN vs. Rusia: coincidencia temporal entre pandemia y tensión militar. ¿Casualidad o cálculo fino? – Por Marcelo Ramírez
Por Marcelo Ramírez
El enfrentamiento entre Rusia y la OTAN gana cada día más intensidad, se endurecen las posiciones y se producen varios hechos que no son tenidos en cuenta por los analistas clásicos pero que cobran importancia cuando se van sumando.
En primer lugar, podemos identificar la situación de la pandemia, que independientemente de si es de origen natural, artificial y si se produjo como una acción de guerra biológica o simplemente como un accidente, los hechos son similares. Los Estados occidentales han aprovechado la situación para entretener a sus poblaciones con el tema sanitario, las vacunas, los pases sanitarios y otras acciones que han absorbido como una esponja las noticias y las reacciones sociales.
En este punto hemos visto una aceleración de acontecimientos políticos en torno a Ucrania de una manera impensable. Las provocaciones de Kiev y de la OTAN hacia Rusia en la misma etapa que se aumentan las presiones militares sobre China ponen en duda si estos dos hechos, la pandemia y el aumento de las tensiones militares, son fruto de la casualidad o se trata de un cálculo fino.
Una presión de este estilo de la OTAN sobre Rusia probablemente no sería tolerada pasivamente por las sociedades europeas. Es sabido que si un conflicto escala entre los EEUU y Rusia, Europa sería el primer campo de disputa y sería destruida en cuestión de horas. Si gana la guerra finalmente EEUU, Rusia o si llegan a un armisticio, con cualquiera de estos resultados, Europa sería convertida en cenizas radioactivas.
Los rusos tienen algunos dichos que reflejan su pensamiento. Uno de ellos es que los rusos no empiezan las guerras, pero sí las terminan, y el otro es el que ha hecho referencia Putin hace unos años cuando dijo que no es de interés de Rusia un mundo sin rusos, haciendo alusión a que es inaceptable para su país un mundo pacificado a costa de hacer desparecer a su pueblo.
Vemos entonces analistas y académicos que se pasean por los medios creyendo que las sanciones económicas sobre Rusia serían razones suficientes para desalentar cualquier escalada bélica. Estas personas repiten las razones de Occidente, las razones que son bien vistas y consideradas como serias, pero que desconocen que los rusos piensan como rusos y no como a ellos les parece que deberían pensar.
Hay dos consideraciones importantes sobre este punto, las sanciones que se realizaron contra Rusia luego de la incorporación de Crimea a su territorio golpearon a su economía, pero esta no solo se recuperó, sino que le permitió forzar el autoabastecimiento en varios campos claves y depender menos del petróleo y del gas.
El segundo aspecto es que EEUU y sus aliados pierden capacidad de ahogar económica, financiera y tecnológicamente a sus enemigos cada día que pasa, desde la anexión de Crimea hasta ahora, la economía occidental siguió retrocediendo con respecto a China, y su capacidad de presión se ha desbarrancado. La incapacidad de someter a Cuba, algo ya histórico, se ha repetido con Venezuela o Irán, países defenestrados por la prensa pero que sin embargo ahí siguen, uno empezando a estabilizar su país y el otro transformándose en el gran actor de la región.
¿Hay alguna chance de que EEUU pueda hacer trastabillar a Rusia o a su gobierno por medio de sanciones? Voluntarismo puro, Rusia no solo se ha preparado para esta ocasión internamente, sino que se apoya en las robustas espaldas económicas de China y otras decenas de países sancionados por EEUU.
El abuso de estas medidas como paradiplomacia sumados al ascenso de sus enemigos y a las debilidades propias de todo tipo, hacen que estas medidas sean apenas propaganda que además puede impactar fuertemente las economías de sus principales aliados, si no que pregunten en Berlín como ven este asunto.
Comenzamos la nota refiriéndonos a la coincidencia temporal entre pandemia y tensión militar y vamos a explicar entonces por qué debe ser considerado un aspecto que no se está tomando en cuenta,
Las sociedades occidentales se van a inmolar en una guerra con un enemigo dotado de armas futuristas con una capacidad de destrucción ya sea puntual táctica o general estratégica, sin igual. Conociendo ya las reacciones que hubo durante la Guerra Fría, cuando se produjeron masivas protestas por la política de EEUU que ante la llegada de los misiles soviéticos SS-20 de alcance intermedio (entre 500km y 5.500km), respondió con la instalación de los misiles Pershing II y los BGM-109 G Gryphon.
La OTAN se vio obligada a negociar con una presión interna dado que los europeos, especialmente los alemanes, no querían ser el blanco de los soviéticos y la instalación de misiles nucleares de rango intermedio los convertían en una diana.
Si bien la cuestión se saldó en 1987 con el acuerdo conocido como INF (Intermediate-Range Nuclear Forces), el mismo acuerdo del que salió Donald Trump en el 2019, la lección sirvió para ver cómo el peso de las protestas masivas, como ya le había sucedido a EEUU con Vietnam, eran un factor que enturbiaba los planes bélicos.
La pandemia, con su correlato de medidas extraordinarias que desvían la atención y dotan a los Estados de poderes excepcionales para el control de la información y la protesta, dan más margen de maniobra en las sombras al sector guerrerista.
Hemos visto la constitución del AUKUS donde Australia destruía las relaciones con su principal socio comercial que es China mientras instauraba un régimen carcelario contra su propia población a cambio de no obtener nada más que el pasaporte a ser el blanco de los misiles de Beijing en una guerra entre China y EEUU. Una guerra que se dará probablemente porque las élites de EEUU no están dispuestas a ceder su hegemonía pacíficamente y China reclama sus espacios en función de su densidad poblacional, económica y ahora militar.
Mantener distraída a la población y contar con un férreo monopolio informativo en medios tradicionales de comunicación y redes sociales es la clave para evitar que alguien interfiera con estas políticas demenciales que no aportan ningún beneficio a su sociedad, a su nación y que si el pueblo estuviera al tanto seguramente reclamaría e impediría el curso de los acontecimientos. Por ello no podemos saber si fue intencional o no la pandemia, pero sí que se aprovechó políticamente hasta el máximo.
Un punto que también debemos considerar es la premura no solo por la decadencia manifiesta de Occidente y el ascenso de China, es que los modelos de distracción social empiezan a perder efectividad cuando se desgastan fruto de la propia experiencia como así de una crisis que demanda soluciones reales a problemas reales.
Un ejemplo es lo que hoy vemos en Brasil cuando el presidente Jair Bolsonaro anuncia un viaje a Rusia, Hungría y Polonia durante este mes de febrero, y desde las fuerzas progresistas se lo acusa de lanzar una internacional fascista al mismo tiempo de señalar que es una iniciativa para promover un movimiento internacional de reafirmación de masculinidades tóxicas con Putin. No era posible seguir sosteniendo estas necedades durante mucho tiempo más y esto era un factor de presión adicional. La victoria de Trump y su desalojo mediante un altamente probable fraude que la propia Justicia se negó a investigar, el preanuncio de una nueva victoria en las elecciones intermedias, las elecciones en Francia donde Le Pen comienza otra vez a mostrarse como alternativa al desquicio de Macrón, un Trudeau asediado que desaparece de escena cercado por una rebelión popular, son señales que se ven en Occidente y que exponen que la situación está al límite. Si hay que actuar para frenar a China y a Rusia debe ser con premura.
Por lo expuesto debemos comprender que lo que está en juego es mucho más que una disputa económica, algo que tanto las élites de EEUU como Putin y China saben, es un cambio de eje global, un cambio de modelo universal luego de siglos de predominio anglosajón.
Este conflicto hunde sus raíces en la historia y es mucho más que una disputa coyuntural. Ucrania es un tema menor, el problema que subyace es que Occidente busca destruir Rusia para poder luego ir por China y mantener su hegemonía mientras que estos saben que su supervivencia es lo que está en juego.
Las ideas de trascendencia que están presente en la actual corriente de poder en Rusia, que sintoniza con su pueblo, es similar al despertar chino que aún recuerda el siglo de humillaciones que le propinó Gran Bretaña.
A diferencia de lo que piensan estos analistas, los propios EEUU y sus aliados son quienes están inestables, con gobiernos deslegitimados ante la opinión pública y que fuga hacia adelante pero que para hacerlo necesitan una cobertura que impide que haya reacciones sociales.
Rusia no quiere la guerra, pero sabe que no puede permitir que Ucrania entre en la OTAN porque su situación de seguridad sería demasiado vulnerable y que sería atacada igualmente en un futuro. Si la guerra es inevitable, Moscú considera que debe hacerla en una posición más ventajosa y no en una extrema debilidad, no solo por la cuestión mencionada sino porque daría una señal de duda muy peligrosa a sus potenciales aliados.
Como sucede en los grupos humanos, entre los países también se busca un alineamiento con el más fuerte. EEUU ha seducido a muchos países porque instalaron la idea de que su poder no podía ser cuestionado, Rusia lo hizo en Siria y salió fortalecido, un mensaje extremadamente peligroso que alentará otras rebeldías.
Quien pueda demostrar al mundo quien es más poderoso alineará a aquellos indecisos y conseguirá la fuerza necesaria para ser el vencedor.
Por ese motivo, el rumbo de colisión se reafirma, no es ya cuestión de sanciones, eso es pura propaganda, es una lucha por la primacía y la supervivencia y eso no se detiene con sanciones o promesas económicas.
Países como la Argentina deben actuar con prudencia, inteligencia y a la vez darse cuenta de que en el mundo hay muchas formas de pensar y sentir, que no todo es economicista porque si no nunca va a poder tener una política exterior realista. No hay un molde universal de pensamiento y hay particularidades que se deben entender, algo que parece ausente del análisis local y occidental que insiste en proyectar sus ideas hacia quienes no piensan así.
Es menester pensar en distintas capas, diferenciar lo coyuntural de lo esencial y trazar interpretaciones en distintos planos de profundidad.
*Marcelo Ramírez es analista en Geopolítica / Director AsiaTV
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